Sunday, April 30, 2006

Sexo, pudor y lágrimas

Todavía tengo tu foto en el corcho que me regalaste y en el cajón de tu cuarto aún deben estar tirados los preservativos que quedaron esperando. Quisimos ser libres, pero no pudimos sobrevivir al amor sin nostalgias. Me gustaría enviarte rosas, pedirte un beso, una y mil noches, otras horas de tu olor. Pero para qué. Fue eso lo que me preguntaste en tu último mail: para qué. Te respondo, aunque sea tarde: yo tampoco lo sé. Nunca lo supe, ni lo quise saber. Era lindo dejarse llevar, creerte al pie de la letra. O habrás olvidado tus palabras en nuestra segunda primera noche, cuando –luego de tres meses sin vernos– me dictaste las cláusulas de nuestra cadena de favor: "Ahora tú me has hecho el favor. Cuando quieras que yo te haga el favor, me llamas y ahí estaré". Ya lo ves: lo nuestro nació trucado, duró lo que tuvo que durar (el tiempo exacto para que me engrías demasiado), y funcionó hasta que extrañamos ser queridos de verdad. Ahora no hay nada qué hacer ni rectificar. Ya solo nos queda extrañarnos un poco en otros cuerpos.

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