Novela negra, novela rosa
«Soy aquel tipo callado
con aires de intelectual
que te mira de costado
solo por disimular»
Don de fluir (Jorge Drexler)
con aires de intelectual
que te mira de costado
solo por disimular»
Don de fluir (Jorge Drexler)
«Te has ganado el derecho a colgarme», te dije, pero tú no me quisiste colgar. Eran más de las dos de la mañana: tú en tu cama, yo en la mía. Veinte minutos antes, había estado a punto de besarte en la puerta de tu casa. Pero no me atreví. Conozco a tu novio: a ese desdichado que tiene la dicha de tenerte. Y, frente a ti, tuve miedo. No hubiese resistido abandonarte después de un beso y tampoco el cargo de conciencia del amante. Porque quise ser tu amante, esa noche, por primera vez. Pero antes de aventurarme al recuerdo de tus labios sin carmín, preferí decirte, en un susurro a distancia: «Huye».
Y te fuiste… sonriendo.
–No sé escribir novela rosa: me sale negra. Lo intento, pero cada página me sale más negra –dice Leo o, mejor dicho, Amanda Gris, en La flor de mi secreto.
No recordaste aquella cita y te asustaste cuando te la repetí. No me gustan los silencios incómodos, mucho menos los tuyos. Prefiero tus risas constantes. Pero tú te quedaste callada cuando te confesé lo que había pretendido hacer. «¿No tienes nada que decir?», te pregunté. «Entonces te has ganado el derecho a colgarme». Pero no lo hiciste. Me dijiste que no sea trágico y admitiste que también lo pensaste y «por más de un minuto». Tal parece que no quieres formar parte de una de esas historias de decepción que yo me invento cada tanto. ¿Por qué no aceptas, entonces, ser el personaje de mi primera novela rosa? ¿O qué vas a hacer el lunes cuando intente besarte? ¿Decirme que no?
Yo solo te diré, como digno personaje de Pedro Almodóvar:
–Bésame. Si es noche vieja, quiero sentir el contacto con la carne humana… y tú eres la única carne humana que hay por aquí.
Amanda Gris
No recordaste aquella cita y te asustaste cuando te la repetí. No me gustan los silencios incómodos, mucho menos los tuyos. Prefiero tus risas constantes. Pero tú te quedaste callada cuando te confesé lo que había pretendido hacer. «¿No tienes nada que decir?», te pregunté. «Entonces te has ganado el derecho a colgarme». Pero no lo hiciste. Me dijiste que no sea trágico y admitiste que también lo pensaste y «por más de un minuto». Tal parece que no quieres formar parte de una de esas historias de decepción que yo me invento cada tanto. ¿Por qué no aceptas, entonces, ser el personaje de mi primera novela rosa? ¿O qué vas a hacer el lunes cuando intente besarte? ¿Decirme que no?
Yo solo te diré, como digno personaje de Pedro Almodóvar:
–Bésame. Si es noche vieja, quiero sentir el contacto con la carne humana… y tú eres la única carne humana que hay por aquí.
Amanda Gris